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5 de diciembre de 2012: Pascal Quignard

Reunidos: Isabel, Toñi, Rufino, Maite, María José, Luis, Seve, Lali, Eugenio, Pilar, Mercedes y Valentín.

Isabel lee algunos datos biográficos; dice que, además de escritor, Quignard es un indagador musical, y menciona su colaboración en el guión que adaptó su propia novela Todas las mañanas del mundo al cine (indica Luis que tanto la novela como la película, cada una en su terreno, son magníficas, y señala Maite que la banda sonora de la versión cinematográfica es excelente; al respecto, añade Luis que es música del propio Sainte-Colombe); también cuenta Isabel que el autor abandonó todos sus cargos públicos en 1994 y que sufrió de autismo y anorexia durante su niñez y adolescencia; por otro lado, indica que Quignard estudió filosofía, y que entre sus profesores contó con Levinas, Ricoeur y Lyotard. Por último destaca su pasión por la música barroca, y la influencia que sobre su acervo literario han ejercido culturas distintas a la occidental, como los cuentos tradicionales chinos o los de Las mil y una noches.

Mercedes ha leído Vida secreta y, aunque lo ha abandonado sin terminarlo, señala que le ha parecido muy bien escrito, pero con abundancia de metáforas que hacen difícil su lectura. El libro trata de varias relaciones que ha tenido el autor con distintas mujeres, relatos para los cuales la proliferación de adornos literarios, a juicio de Mercedes, hace complicada la comprensión. Lo que más destaca de esta obra es la continua evocación que hace Quignard de la música y del silencio; señala Luis que en Vida secreta se nota la influencia que sobre el autor tuvieron Lyotard y el Deconstructivismo de Derrida.

Valentín comenta que en 1968 el autor abandonó la filosofía, sin que él haya encontrado el motivo. Le ha llamado la atención la teoría que expone sobre el “odio a la música”, en base al insoportable aumento de la presencia musical en las nuevas sociedades que, gracias a la tecnología, ven invadido todo lugar público, y añade que también en los campos de exterminio nazis fue utilizada (indica Luis que ésta era música de Wagner, y Rufino recuerda entonces la “dureza” de la música del compositor alemán; al hilo señala Luis que para apreciar la música hay que empezar desde lo más sencillo y, además, saber qué es lo que su autor está queriendo expresar, a lo que Maite añade que ella ha ido varias veces a la ópera y siempre ha tenido presente el libreto para informarse del contenido de la obra). Acerca del título Albucio, comenta Valentín que trata de un escritor romano -de quien no se conservan textos- cuya existencia y obra son reconstruidas por Quignard en una novela llena de violencia y sexo; indica Valentín que el autor debió de quedar fascinado durante su visita a Pompeya y Herculano, y que a él personalmente le encantaría conocer estos enclaves inmortalizados por el Vesubio, ya que sólo con ver el Acueducto de Segovia se le ponen los pelos de punta; comenta Rufino que a él le hubiera encantado dirigir el proyecto de construcción del Acueducto.

Isabel ha leído precisamente Albucio y cuenta que es una novela muy descriptiva; para ilustrarlo lee un fragmento (donde se cuenta la anécdota de un manco de ambos brazos que sorprende a su mujer con otro en la cama y ante la imposibilidad de vengar él mismo la afrenta, pide a su hijo que mate a su propia madre, a lo que éste se niega y el padre lo denuncia y se celebra un juicio) y pone en circulación entre los presentes un calendario erótico con reproducciones de pinturas y esculturas rescatadas de Pompeya, que compró durante su estancia en aquel lugar. También ha leído Las sombras errantes, que es un libro de capítulos breves, pequeños relatos y especie de aforismos que a Isabel le han rememorado a El Roto, a quien recuerda Pilar que acaban de conceder el Premio Nacional de Ilustración.

Toñi ha leído Todas las mañanas del mundo y le ha gustado mucho; trata de la vida de Sainte-Colombe, quien se habría volcado en la música cuando murió su mujer; el protagonista se construye una cabaña para, sin molestar a sus hijas, tocar una viola que habría modificado para que sonara más suave; cuando las niñas crecen, el padre forma un trío con ellas para interpretar distintas piezas, pero se niega a tocar para la Corte; después aparece un joven (Marais) que quiere aprender del maestro, pero éste se niega a convertirle en su discípulo porque ha formado parte del coro real. Luis señala que ésta es la primera obra de Quignard con un argumento al uso y, ante el entusiasmo despertado por la música barroca que destilan tanto la novela como su versión cinematográfica, recuerda que son habituales los conciertos gratuitos en Madrid, tanto en el Conservatorio Superior de Madrid como en otros centros.

Rufino ha leído Terraza en Roma, que recibió un premio de la Academia francesa; es una novela corta que mezcla ficción, erotismo y fantasía, y narra la vida de un grabador del siglo XVII cuyo rostro fue desfigurado por el novio de su amante; describe hechos y obras del protagonista, así como los continuos encuentros que mantiene con su amante. Sobre el autor, Rufino indica que trabajó como lector en la editorial Gallimard y que ha dicho que escribe “para seguir callando”; lee otras notas sobre declaraciones del autor, como que es un objetivo político del poder la destrucción del secreto individual (Valentín comenta que Quignard lo afirmó en una entrevista, donde indica que el aparato legislativo y judicial del Estado moderno está encaminado a controlar nuestra vida privada, que además se haya a merced del eco sensacionalista), que el filósofo puede ser impostor o que no tenemos plena conciencia de la única vez que amamos, que es la primera a partir de la cual siempre será un descubriendo.

Maite ha leído Villa Amalia y le ha gustado mucho. Trata de una compositora que marcha a Italia tras descubrir una infidelidad de su pareja; dice Maite que la música está presente en toda la novela (y que le encanta cómo describe esos momentos, que te transportan), y que la protagonista va cambiando de vida, incluso de gustos culinarios, y que tiene posibles para realizar estos cambios pues carece de problemas económicos; recuerda además una escena en la cual conversa con su padre, a quien encuentra después de mucho tiempo, y con quien descubre que comparte el carácter. Por último, Maite menciona una escena homosexual entre la protagonista y una mujer, y que describe como un pasaje suave, no chocante (Mercedes dice sutil), y una anécdota sobre un diseñador japonés que da nombre a un perfume que conoce Maite y del que no sabía que recibiera el nombre de una firma de ropa; Pilar comenta que este modisto es muy sobrio y elegante.

María José ha leído La lección de música, que es la pequeña novela a partir de la cual el autor concibió Todas las mañanas del mundo. Son tres las historias que la componen: la primera trata la vida de Marais, que es el aprendiz que Sainte-Colombe rechazó por haber sido miembro del coro real, del que fue expulsado cuando le mudó la voz, suceso que da pie a Quignard para elaborar un trauma sobre la muda de voz que afectaría a todos los hombres, al ser este cambio síntoma de metamorfosis sexual; indaga el autor en estas páginas la importancia de la voz en la virilidad, para lo que menciona diversos ejemplos entre los cuales destaca María José el caso de las ranas, cuya intensidad de canto determina el éxito del reclamo sexual del machos hacia la hembra; Luis indica que antes se castraba a algunos hombres para que conservaran la voz aguda (y añade que hoy en día existe la figura del contratenor, que canta en falsete, alcanzando registro de mezzosoprano pero con mayor fuerza); María José señala que para el protagonista de esta historia, el objeto de su aprendizaje musical es encontrar la voz perdida, y por ello se especializa en la viola (indica Luis que el sonido del violonchelo es lo más parecido a la voz humana, hecho que queda patente cuando se toman los gráficos sonoros de ambos registros, que son muy similares). La segunda historia de La lección de música trata de un joven macedonio (Aristóteles) que llega a Atenas a estudiar ciencia clásica; en esta narración, Quignard hace varias investigaciones etimológicas, entre las que destaca María José el origen de la palabra “tragedia”, que parece venir de «tragodía», que es la voz del macho cabrío y también la muda natural. Por último, la tercera historia del libro trata del músico oriental Pu Ya y de cómo su maestro le enseñó el secreto del oficio: lo hizo destruyendo por dos veces sus instrumentos musicales y mostrándole finalmente que el verdadero sentimiento musical puede alcanzarse a través del sonido que hace un monje cuando barre.

Seve ha cogido Butes de la biblioteca, pero no ha podido leerlo porque ha pasado unos días en cama con catarro; este libro también trata sobre música y lo que Seve ha leído de él le ha gustado.

Luis comenta que Quignard es un autor de culto, que toma como referencia literaria los clásicos y es un excelente latinista. Dice que el principal problema que está encontrando la publicación de su obra en España es que sus traducciones llevan un retraso considerable, de varios años, y que está toda disgregada en varias editoriales; define su estilo como preciosista, una literatura de degustación elaborada en pequeñas dosis que te permiten recrearte, un estilo que en castellano tiene su máximo exponente en Alberto Manguel, de quien Luis recomienda su ambiciosa obra Una historia de la lectura. También comenta Luis la crítica a la Feria del Libro de Frankfurt, la más importante del mundo, que hace el autor en las páginas de Las sombras errantes, título por el cual ha recibido el Premio Goncourt; dice que Quignard es un musicólogo impresionante que ha alcanzado cotas similares a las logradas por Nietzsche en El origen de la tragedia -donde el filósofo alemán desarrolló el descubrimiento y estudio de la función del ditirambo en el teatro griego clásico-, y ello gracias a su pasión por la música barroca que culmina en las figuras ya mencionadas de Sainte-Colombe y Marais. Por último, Luis opina que el autor humaniza la narrativa a través de la música, aspecto con el cual compara la obra del Antonio Muñoz Molina.

Eugenio ha leído Una lección de música y le ha gustado su composición fragmentaria, que posibilita que el texto sea saboreado por párrafos; también le ha gustado el tratamiento que hace el autor de la forma narrativa, que induce a preguntarte si los personajes de quienes habla existieron realmente, estilo que le ha recordado mucho al del Perec; también destaca Eugenio el reflejo que muestra su literatura de las fuentes multiculturales que usa, como las orientales o las árabes, lo que denota que Quignard no es un creador endémico, en comparación con otros -que le han precedido en esta tertulia- que tienen estilos muy similares entre sí por nutrirse sólo de quienes publican en su ámbito. También ha leído El lector, donde el autor inicia la búsqueda de un lector desaparecido que puede terminar siendo él mismo o el propio lector al que se dirige; y La barca silenciosa, escrita con el mismo estilo fragmentario que Una lección de música, aunque en este caso son historias, anécdotas y reflexiones diversas en torno a la muerte y a la libertad. Por último comenta Eugenio que leyó algunos pasajes de Albucio, y que la forma narrativa de esta novela no tiene nada que ver con las otras que ha leído, pues posee una prosa que él define como telegráfica.

Pilar inicia su intervención destacando el aspecto físico del autor, que califica de interesante; cree que la personalidad de Quignard se vio favorecida por sus crisis autistas, y señala que es muy aficionado a coleccionar libros, afición que ha heredado de su abuelo (matiza Maite que colecciona primeras ediciones). Pilar ha leído El lector y, aunque lo ha leído muy deprisa, le ha cautivado y desea tenerlo para poder releerlo tranquilamente; dice que el autor posee una escritura elegante y didáctica, y ha tomado varias citas del libro que lee en voz alta a los presentes, entre las cuales destaca una enumeración sobre las sensaciones y sentimientos que produce un libro o una reflexión sobre qué sea la lectura; también resalta Pilar la anécdota de un hombre que se encuentra trabajando en las alturas y escuchando una narración se queda dormido y cae al vacío, y ha evocado especialmente (por conocer el lugar en persona) la escena de la quema de libros en el mercado de Éfeso; al respecto, señala Eugenio que le impresionó la afirmación que Quignard vierte en El lector acerca de las hogueras de libros, donde no son los propios libros ni los autores quienes son inmolados, sino aquellos lectores que leyeron o hubieran leído esos volúmenes condenados al fuego. Por último, recuerda Pilar que el autor nombra el término “fantasma” como el testigo que se pone en la estantería de una biblioteca cuando se toma un libro de ella, e indica que lo utiliza Quignard en el texto para designar al lector desaparecido, insistiendo en la identificación lector-libro que hila la trama.

 

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Pascal Quignard (1948-)

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