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6 de marzo de 2013: John Donne

Reunidos: Isabel, Toñi, Rufino, María José, Seve, Luis, Eugenio, Pilar, Mercedes y Valentín.

Isabel abre la sesión con unos datos biográficos del autor, entre los cuales destaca que tenía cincuenta y nueve años al morir, que su primer biógrafo lo definió como un joven libertino convertido durante su madurez en un solemne sacerdote y que su obra está compuesta de poemas de tratamiento realista, llenos de sensualidad y sentido satírico, y sermones originados en su labor como oficiante anglicano. Hacia la mitad de su vida, John Donne y Anne More se enamoraron perdidamente y se casaron en secreto, ante la oposición del padre de ella; tuvieron doce hijos (siete de los cuales alcanzaron la edad adulta), y tras su enlace soportaron un tiempo de penurias, ya que el suegro del autor usó toda su influencia para vengar la burla, haciendo que tanto Donne como los dos amigos cómplices de la boda, fueran encarcelados durante un tiempo; pero en 1609 se produjo la reconciliación y entonces Anne More pudo aportar su dote al matrimonio y comenzaron a prosperar, a pesar de que Inglaterra vivía una época de gran incertidumbre, tanto social como política y científica. Isabel menciona un par de obras que Donne habría dedicado al monarca Jacobo I con intención de ganar su favor, una de las cuales contendría la primera referencia literaria conocida hecha en la literatura inglesa al científico italiano Galileo, en la obra Ignatius: his conclave; y añade que a partir de 1615, Donne se ordenó sacerdote anglicano, murió Anne y él empezó a dedicarse a la predicación religiosa, escribiendo sus Sonetos sagrados y los sermones que contribuyeron a convertirlo en deán de la catedral de Saint Paul, cargo que desempeñó hasta el final de sus días; acerca de los sermones, comenta María José que fueron muy populares en aquellos tiempos, y que se cuenta como anécdota que mientras la gente abandonaba la ciudad huyendo de la peste, el autor leía sus textos ante la nave del templo abarrotada. También menciona Isabel sus elegías, que inéditas durante su vida le dieron reconocimiento póstumo (indica Luis que aunque se llamen así, su contenido no es el de las elegías, pues éstas tienen carácter fúnebre, a modo de panegírico hacia un difunto, y no amatorio como es el caso de las homónimas de Donne), y el retrato que poco antes de morir ordenó que le hicieran amortajado, acerca del cual comenta Eugenio que Octavio Paz dice que el poeta pretendió con este retrato compensar el que le hicieran durante su juventud, donde aparece con gesto arrogante y seductor, y bajo una inscripción de intención blasfema, retrato éste que al parecer habría sido mentado por el autor en su testamento, pero no descubierto ni hecho público hasta el siglo XX.

Valentín comienza su intervención recordando que un poema de John Donne sirvió al escritor norteamericano Hemingway para dar título a una de sus obras más conocidas: Por quién doblan las campanas; también alude a la crítica que ensalzan a Donne como un maestro en el arte de combinar ideas con objetos, e indica que fue un innovador al rechazar las metáforas clásicas al modo del poeta medieval Petrarca, heredadas por sus antecesores isabelinos; señala Luis que este abandono del petrarquismo es uno de los motivos del desprestigio que ya en el siglo XVIII sufrió Donne en la pluma de Samuel Johnson, y para comparar el estilo del autor con el derivado de Petrarca, evoca Luis al poeta renacentista español Garcilaso de la Vega; al hilo, Valentín apostilla que la poesía de Donne supone una ruptura con la tradición de Petrarca, y que por ello ha sido definida como “metafísica”: por haber buscado mayor profundidad en el tratamiento de sus motivos, abandonando las metáforas petrarquistas, y también por haber experimentando con la métrica.

Toñi ha leído las Elegías editadas por Hiperión en versión de Gustavo Falaquera, y señala que, pese a lo muy religioso que haya sido el autor, estos poemas están cargados de erotismo. Le han gustado muchas de ellas, y destaca que, pese a lo dicho por Valentín referente a la ruptura con las metáforas, ella ha localizado muchas de éstas (se inicia un pequeño debate sobre el sentido de esa ruptura con la metáfora que usan los poetas isabelinos, y se analizan algunos versos buscando en ellos ejemplos al respecto); a continuación, Toñi lee un poema donde se describe a una mujer, que según el poeta es bastante fea, pero a quien sus expresiones embellecen; Luis destaca el lenguaje de este poema, que es muy sencillo y fácil de comprender. También menciona Toñi un poema sobre los celos y el apasionamiento de la mujer que los sufre, y subraya que Antes de acostarse, donde se pondera el desnudo, es uno de sus preferidos; señala Seve, quien ha leído el mismo libro, que a él le ha gustado especialmente El perfume. Por último, Toñi destaca que Donne “dice las cosas como son” (comenta Mercedes que «adornándolo»), y que en aquella época en España no podían escribirse estos poemas, porque había una férrea censura respecto a temas de contenido sensual.

Rufino ha buscado información acerca de la poesía metafísica, porque a él no le atrae mucho la poesía y siente rechazo por todo lo relativo a la metafísica; ha encontrado equivalencias entre aquel estilo de los autores ingleses y el llamado Conceptismo, desarrollado en España durante aquella misma época y legada como una de las corrientes principales de nuestro Siglo de Oro. Comenta que la vida de Donne es tan vibrante como su obra, y menciona su acceso al sacerdocio para complacer al Rey; lo califica de maestro de la elocuencia y destaca su tratamiento de los conceptos, que lo señalan como precursor de la poesía meditativa y filosófica que más adelante se desarrolló (señala a nuestros Cernuda y Valente, ya en el siglo XX), a pesar de las críticas que sobre él vertió Dryden pocos años después, pues éste desaprobaba los “excesos estilísticos” de Donne. Rufino ha leído algún poema por encima, y recuerda los versos de El indiferente, que dice que le dejaron exactamente como el propio título; Isabel señala el carácter abstracto de algunos poemas del autor y Eugenio menciona un texto del crítico Caracciolo-Trejo, quien diferencia la poesía isabelina -de corte petrarquista- de la metafísica, explicando que la primera tiende a considerar la belleza mientras la segunda busca poseer los conceptos. Finalmente, Rufino recuerda que el autor estuvo durante su juventud en España, concretamente en Cádiz (añade María José que también en las Azores), interviniendo en una incursión bélica de Essex.

María José ha leído el poema El testamento y le ha gustado mucho; acerca de la vida del autor señala que su padre era un bajoburgués de ocupación mercantil y su madre fue hija de un dramaturgo y bisnieta de Thomas More, de manera que el gran bagaje cultural de Donne lo heredó de su rama familiar materna; indica que conocía el latín, el francés y el español, y que asistía a tertulias literarias en el Club de la Calle Viernes, una especie de Café Gijón de Londres; acerca de las penurias que ya señaló Isabel, indica María José la existencia de un texto de Virginia Woolf donde ésta fabula con un John Donne vagando por las calles de Londres expulsado de su casa por la falta de espacio. María José menciona dos películas que están inspiradas en la obra de Donne: la primera se realizó sobre una novela de Helen Hanff cuyo argumento está construido en torno al amor a los libros y a una relación epistolar, en una de cuyas cartas uno de los personajes envía un sermón de Donne (indica que la protagoniza Anthony Hopkins, que su título es 84, Charing Cross Road, y que en España ha sido llevada al teatro por Isabel Coixet; la segunda película es Wit, y es un alegado de amor a la vida lanzado por una profesora literatura especialista en Donne (interpretada por Emma Thompson) que padece un cáncer que finalmente acaba con ella: en los momentos de debilidad, cuando flaquea su fortaleza, recita a Donne y halla consuelo (Isabel recuerda a propósito uno de los poemas: el soneto 10 Muerte, no te enorgullezcas). Por último, María José lee algunas frases del autor y señala que su reconocimiento no ha llegado hasta el siglo veinte, de la mano de T. S. Eliot (al hilo indica Eugenio que ya a comienzos del siglo diecinueve, Coleridge lo recupera, y matiza Luis que éste se sintió atraído por la modulación de los sermones de Donne).

Seve ha leído las Elegías en la misma edición que Toñi, y unas le han gustado más que otras, aunque encontró algunas demasiado enrevesadas que no alcanzó a entender. Seve señala que la poesía le gusta, pero que la entiende mejor si tiene rima; pone como ejemplo de ésta algunos versos de Antonio Machado.

Acerca del autor, Luis señala que, durante su fugaz estancia en España, es poco probable que llegara a tener contacto con nuestra literatura, y que sólo conociera de ésta la obra de Cervantes que estuviera en aquellos momentos traducida al inglés; también señala que no hubo continuidad a su estilo, y compara esta ausencia con la que tuvo la música de Bach, señalando que en el caso del músico las causas fueron distintas, pues se debió principalmente a la obsolescencia de los instrumentos empleados para su interpretación. Indica Luis que la poesía nos llega o no en función de nuestra predisposición natural, y que es inútil el esfuerzo para que te guste cuando no tienes vocación, lo que abre debate sobre la posibilidad de saber que algo no te gusta sin haberlo probado, o si por el contrario la falta de atracción viene sugestionada por la negativa a conocerlo. Al hilo de ello, Luis afirma que la poesía es un género literario que compacta forma y fondo, e insiste en que para entrar en contacto íntimo con ella hay que leerla en el idioma original, apelando a que toda poesía nacional es susceptible de comprensión por nosotros, con las excepciones consabidas de composiciones complicadas como el Conceptismo o el Culteranismo, que exigen cierto caudal cultural; a continuación recuerda a Cernuda como uno de los poetas más influyentes de nuestra literatura, contestatario “en sentido literario”, y menciona su elitismo (recuerda su rechazo de Miguel Hernández debido a la rudeza intelectual del oriolano); también evoca a los románticos ingleses (Lord Byron, Keats, Shelley), pero recomienda la lectura de poesía castellana (Juan de la Cruz, Teresa de Ávila), aunque menciona a Hölderlin como excepción de poesía traducida digna de conocerse.

Eugenio ha recogido información acerca de la obra Ignatius: his conclave, de la cual dice que es una sátira donde el autor se burla de las teorías astronómicas de Copérnico, que ha encontrado el texto en Internet pero en el inglés original, y que por otro lado ha leído un fragmento de la obra Los sonámbulos de Arthur Koestler, que trata de la evolución de las teorías astronómicas a lo largo de la Historia, y donde el autor de Espartaco cita la obra de Donne porque es la primera mención que se hace de Copérnico en la literatura inglesa; Eugenio cuenta que el Ignatius del título es Ignacio de Loyola, y que en realidad la sátira ataca a los jesuitas, cuyo fundador se disputa con Copérnico, Maquiavelo y algún otro, el privilegio de ocupar un sitio de honor junto al trono de Lucifer (a continuación, lee el párrafo que reproduce Koestler). También señala que ha descubierto otro texto muy interesante de Donne, Biathanatos, en una introducción de Caracciolo-Trejo al autor en su obra Los poetas metafísicos, y que es una especie de tratado donde el autor reflexiona sobre los límites a la condenación del suicidio, exponiendo la teoría de que, de haber estado su muerte planificada para salvar a la Humanidad, que Cristo pudo haberse suicidado, teoría sobre la cual se han hecho eco posterior pensadores como De Quincey y el propio Kant (La religión dentro de los límites de la razón); acerca de Biathanatos, Eugenio ha leído el prefacio de Donne y también un texto de Borges escrito a propósito de esta obra, donde el escritor argentino menciona como ejemplo clásico suicidio “legal” -entre otros que maneja el Biathanatos– el de Sansón derribando las columnas del templo. Por último, indica Eugenio que comenzó a indagar sobre Donne a raíz de la definición de poesía metafísica que menciona Samuel Johnson en su Vidas de los poetas ingleses, y que luego trata de definir T. S. Eliot, pero que encontró un texto de Octavio Paz que le aportó mucha más información sobre el autor.

Pilar ha leído unos cuantos poemas de Donne, de los editados por Pre-Textos a cargo de Carlos Pujol en Cien poemas, de entre los cuales destaca también El testamento. Sobre el autor dice que era una persona muy ambiciosa y que buscaba notoriedad y reconocimiento público; indica que muchas de sus elegías las escribió por encargo de nobles, que le pagaban por su trabajo. A continuación, Pilar procede a la lectura del poema que más le ha gustado, El testamento, del que resalta sobre todo su ironía y que en algunos pasajes le parece tremendamente jocoso: es un poema donde Donne va indicando distintos aspectos y bienes y a quién se los legará cuando muera; según va desgranando esta lectura, también lee Pilar las notas que para esta edición ha dejado su traductor, una de las cuales indica que los jesuitas eran conocidos por ser “maquiavélicos”, a lo que Luis aclara que el uso de este adjetivo para descalificar, como sinónimo de astuto o taimado, no es correcto, ya que el sentido de la obra de Maquiavelo es otro: dotar a la actuación política de un contenido realista y adecuado a los hechos; indica Eugenio a propósito que él cree que el mal uso de este adjetivo referido a la filosofía del autor de El príncipe viene de la pobre formación filosófica de determinados políticos anclados en el idealismo.

Mercedes también ha leído poemas de Donne, en su caso a través de nuestra bitácora. Destaca entre ellos Por quién doblan las campanas, que mencionó Valentín al comienzo de la sesión, y que Mercedes lee para terminarla. Recuerda a su vez los sonetos sacros y resto de obras de carácter religioso (insiste Luis en que lo más celebrado de Donne son sus sermones). Respecto al concepto de “poesía metafísica”, dice Mercedes que fue creado por el Doctor Samuel Johnson durante el siglo XVIII para definir la poesía barroca inglesa, de carácter meditativo y filosófico, donde los temas principales son la muerte, el paso del tiempo, Dios y el amor; añade que Donne es el autor más representativo de esta corriente. Por último, Isabel hace referencia al poema que más le ha gustado a ella, Muerte, no te enorgullezcas, que es el soneto recitado en la película Wit, y que ella lamenta no haber traído escrito para poder leerlo.

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