29 de febrero de 2012: GEORGES PÉREC

Reunidos: Isabel, Laly, Toñi, Sara, Rosa, Maite, María José, Valentín, Luis, Eugenio, Pepe, Pilar, Mercedes, Enrique y Pepi.

Isabel lee la biografía editada en El poder de la palabra, donde destaca el carácter innovador del autor, que fuera miembro de Oulipo y que su principal intención literaria fuese la creación de un universo propio, abarcando espacio, sentido y libertad de acción; menciona los dos premios que recibiera en vida: el Renaudot por Las cosas y el Médicis por La vida instrucciones de uso (indica Luis que éste premio es internacional y lo recibió en su momento el español Javier Marías).

Mercedes ha leído Me acuerdo; señala que la traducción al español se hizo en 2006, que es una joya literaria y que está compuesto por pequeños recuerdos y pensamientos de los que la mayor parte no forman parte de nuestra cultura, pero aún así muchos de ellos nos suenan; Mercedes lee algunos de ellos, que generan diversas evocaciones (por ejemplo, destaca Mercedes la mención al “queso amarillo y la leche en polvo de los americanos”). Indica finalmente que su apellido original (Peretz) significa labrador en polaco, a lo que Luis añade que sus orígenes son judíos, sefardí por parte de padre y askenazí por rama materna.

Enrique ha leído Pensar/Clasificar y considera que la escritura de Pérec es un abandonarse al espíritu lúdico. Lee texto propio donde destaca el juego como elemento constante en la vida, que el autor se divierta escribiendo («y no sufra, como hacen otros») y su especial dedicación a los crucigramas y su pasión por las costumbres. Termina el texto mencionando que Luis XIV tuvo un trono muy especial; Mercedes indica que no fue el único y Rosa recuerda que el bidé en sus orígenes era portátil y se ofrecía por las calles carentes de urinarios.

Laly ha leído Las cosas en francés (Les choses). Le ha gustado y le ha parecido muy original, con un vocabulario muy rico y variado. Trata de dos jóvenes encuestadores que llevan años realizando las mismas preguntas en sus encuestas y malviven de este trabajo en un apartamento insalubre; desean lujos de todo tipo (ropa, muebles, menajes) y sueñan con ser ricos, seducidos por la sociedad opulenta, pero se encuentran envueltos en la frustración y el aburrimiento, sentimientos que, dice Laly, se transmiten al lector. Añade que carece de diálogos y hace un alarde de capacidad de análisis, destacando las descripciones de lo que era la vida cotidiana durante los años cincuenta; comenta Laly que si así era la sociedad de consumo en aquellos años, no hay palabras para describirla hoy en día. Destaca también el detallismo sobre la casa ideal que ellos evocan minuciosamente, en concreto la descripción de un mantel sobre una mesa y los objetos que hay encima, bello conjunto cromático. Indica Laly que en ocasiones se sentía inquieta por la indolencia de los protagonistas, a lo que Pilar constata que a ella le provocaba tristeza. Finalmente, lee un texto del autor sobre los deseos que le gustaría cumplir antes de morir.

Toñi ha leído Las cosas y le ha gustado; dice que en ocasiones le ponía muy nerviosa la inadaptación de los protagonistas a su vida, y también que le han parecido muy densas las descripciones (indica Laly que hay pocas anécdotas). Recuerda Toñi que en su obsesión por el dinero y el lujo, los protagonistas del libro planean incluso un robo; dice que son burguesillos y Laly indica que en Francia se dice “medio burgueses”. Rosa señala que el ideal de vida de los dos se traduce en un deseo consumista insatisfecho.

Sara ha leído El gabinete de un coleccionista, que narra varias historias en torno a un cuadro; le ha parecido una broma genial. Habla de la exposición de una colección pictórica cuya pieza principal es el cuadro que reproduce al propietario en una sala con varias de sus piezas, escena que se repite hasta el infinito en un juego visual producido por la reproducción central del propio cuadro, con la peculiaridad de que en cada repetición del cuadro hay una ligera variación; la fascinación que provoca el cuadro en los visitantes, y sobre todo el afán por ir descubriendo las distintas modificaciones en las reproducciones interiores, hace que la gente acuda en masa a verlo y estudiarlo, con lupas en la mano, a encontrar las diferencias, hasta que una persona termina atentando contra la obra lanzando sobre ella un cubo de pintura. Sara considera que el relato está abierto a toda interpretación, y no tiene una conclusión clara que determine si los cuadros son reales o no; Rosa indica que es como un crucigrama, que se completa y ya está, que no tiene un final; Isabel recuerda que cuando el coleccionista muere le meten en una cripta reviviendo en ella la totalidad del cuadro. Por último, Sara lee un texto donde destaca el movimiento que se produce en el propio cuadro a raíz de las diversas variaciones en sus copias.

Rosa ha leído Me acuerdo, que es una relación de hechos que para el autor tienen cierta importancia; la idea le parece idónea para no olvidar muchas cosas de nuestra vida. Indica que al final del libro hay unas notas que aclaran algunos términos. Destaca Rosa el afán catalogador de Pérec (Luis señala que deriva de un sentido ordenador de la información caótica que constantemente recibimos) y su sentido lúdico, e indica que ejerció mucha influencia sobre autores como Italo Calvino y Paul Auster (Laly recuerda que las novelas de éste tiene siempre esa estructura de historias que parten de otras historia, en forma de muñecas matrioska rusas, e Isabel hace hincapié en que Pérec era muy cervantino, como Auster; Luis comenta que el autor llegó a decir una vez que le hubiera gustado escribir el Quijote, pero que ya estaba escrito). Rosa indica que Pérec realiza un análisis sobre lo cotidiano y sus porqués, y Luis dice que es similar a Cortázar, pero que llega más lejos que éste. Finalmente, Rosa lee un texto propio sobre el método de “diario sin orden” que sigue el autor en este libro; Luis señala que cada libro de Pérec es completamente distinto e Isabel dice que en todos lo que pretende es hacer pensar al lector.

Maite ha leído Lo infraordinario y destaca la nota de la traductora, Mercedes Cebrián, que cuenta que para hacer la traducción ha necesitado la ayuda de ocho compañeros; también lee, de la contracubierta, un comentario que Roberto Bolaño hizo sobre Pérec en carta a Enrique Vila-Matas. Señala Maite las distintas descripciones que hay en el libro, y que le han fascinado: la del barrio de París donde el autor se crió, que son una serie de varias y reiterativas, idénticas excepto por los cambios que a lo largo del tiempo se suceden; la de las postales, dedicadas a Italo Calvino, en donde Pérec reproduce textos que, indica Maite, son exactamente los que todos solemos escribir en una postal; la del deterioro y reconstrucción de otro barrio, que muestra la rutina; y, finalmente, señala Maite la descripción de los alimentos que el autor consumió en el transcurso de un año.

María José ha leído Un hombre que duerme, donde se narra el abandono de un estudiante atacado por la desidia, incapaz de tomar decisiones, que se aisla en la buhardilla donde vive, apartándose del trato con sus familiares y amigos. Existe una versión cinematográfica, de la cual pueden verse unos trece minutos en YouTube. Destaca María José que los acontecimientos se centran en lo que el protagonista oye mientras está encerrado en su vivienda (resalta Mercedes el detallismo de Pérec para captar el instante), abandonado a la percepción, al propio cuerpo y a los sentidos, reducido a lo que se vive en decremento de lo que se piensa: desaparece el cerebro y sólo queda la voz narradora; a María José le impresionó la capacidad para el lenguaje del autor. El aislamiento del protagonista, finalmente, es consecuencia de la observación indiferente de la existencia (indica María José que al comienzo de la novela le dice a sus padres que quiere “ser un árbol”; indica Rosa que lleva a cabo lo que comúnmente llamamos desconectar, y Pilar pregunta por qué el protagonista se desenchufa, para lo que, señala María José, en el libro no se da explicación. Por último, concluye diciendo que volvería a leerse este libro de nuevo, a lo que Isabel comenta que una vez que has terminado de leer a Pérec, quieres saber más.

Valentín lee fragmentos recogidos en Internet, en concreto un artículo titulado Colección de sueños donde se reflexiona sobre la noción en el autor del concepto kantiano de lo bello y lo sublime. Señala Valentín que con este autor la utilidad queda en entredicho, y que por ejemplo en El hombre que duerme que acaba de comentar María José, lo fundamental no son los acontecimientos sino la duración, la espera y el olvido (señala Rosa que el protagonista de este libro es un precursor de la Generación NI NI): sólo le importa que el tiempo pase. Finalmente, señala Valentín que Pérec identificaba plenamente las experiencias vital y literaria, y consideraba que la segunda no es posible sin la primera.

Luis leyó hace tiempo Cincuenta y tres días, que es una novela inacabada debido a la muerte del autor; en ella quiere homenajear a Stendhal (cincuenta y tres son los días que tardó en redactar La Cartuja de Parma) y esconde un enigma que, confiesa Luis, no logró entender y por ello tiene intención de volver a zambullirse en su lectura. Señala Luis que escribir para Pérec es como hacer un puzzle, a través del cual busca una interpretación de la actividad cotidiana; pone por ejemplo el texto donde el autor transcribe las impresiones que le producen ocho horas de contemplación de la vía pública, una forma creativa de procesar la brutal afluencia de información; otros experimentos del autor son la construcción de una novela sin la letra “e” (El secuestro, de la cual entre varios traductores se hizo una versión al español sin la letra “a”; señala Rosa que Pérec pretendió con este libro demostrar la importancia del lenguaje) o la de otra donde no se repetía ninguna consonante hasta haber sido usadas todas; indica Luis que Pérec poseía un extraordinario dominio del lenguaje, que buscaba captar el momento absoluto y que escribía para el pensamiento y no para el deleite (comenta Isabel que hizo una literatura misteriosa, y Rosa indica que siempre escondía un secreto en sus textos). Finalmente dice Luis que las listas y catálogos del autor tienen cierta semejanza con Rabelais, quien en el libro tercero de Gargantúa empleó cinco páginas para listar nombres de peces, y añade que su mejor obra es La vida instrucciones de uso, donde proliferan maravillosamente centenares de personajes e historias, muchas de las cuales quedan abiertas; además, señala, en esta obra que toma como base el juego del ajedrez, hizo noventa y nueve capítulos dejando el último, que completaría los cien cuadrados del tablero, sin hacer.

Eugenio está leyendo La vida instrucciones de uso; dice que lleva unos meses en su lectura y que seguirá así por un tiempo, pues le resulta muy grata y enriquecedora. Cuenta que comenzó apuntando los nombres de los personajes y una anotación que distinguiera a unos de otros, hasta que descubrió que al final del libro hay un índice de nombres, junto con otro con los títulos y el capítulo de las distintas historias que cuenta, así como un gráfico del edificio, sus viviendas y sus habitantes. Comenta Eugenio que la literatura de Pérec le produce ciertas reminiscencias de su propia vida, tal como le ocurre de manera especial con Proust; indica Laly que, curiosamente, ella ha leído que Pérec ha sido considerado el anti-Proust; Eugenio responde a esto que quizás sea así porque en Pérec abunda la objetividad y hay una ausencia del análisis psicológico que tanto abundan en el autor de En busca del tiempo perdido. Finalmente, concluye señalando que cree que en Pérec confluyen las dos tendencias dominantes en la literatura francesa de la segunda mitad del siglo XX, esto es la experimentación de Oulipo y la nouveau roman.

Pilar comienza su intervención con una noticia de actualidad literaria, a propósito de la aparición de un nuevo número de la revista La Bougie du sapeur, que publica cada cuatro años, en los bisiestos. Volviendo al autor, ella ha leído Las cosas, que define como una mezcla de realidad y fantasía. Destaca que Pérec usó sus propias vivencias para construir esta novela, pues estuvo un tiempo viviendo en Túnez con su mujer, que era maestra. Le ha resultado un autor muy ingenioso, y al hilo del comentario sobre la objetividad que ha hecho Eugenio, Pilar deja constancia de que Pérec fue muy subjetivo en este libro y, a parte del retrato psicológico que hace de la pareja protagonista, habla con tono crítico de la sociedad de consumo, así como de la cultura inglesa, por la que deja entrever que los franceses sienten algo similar a la envidia o a la admiración; Pilar ha visto en este controvertido sentimiento un reflejo de lo que los españoles mostramos hacia lo francés, y pone como ejemplos el turismo de consumo que en su momento hizo la burguesía española a París o las escapadas a ver el cine que aquí estaba censurado; Toñi indica que es la evidencia de algo que le falta a esa cultura y Laly recuerda que también Andorra era por aquel entonces un lugar de adquisición de lo que aquí no existía o se vendía muy caro; a tenor de esto, se abre un debate sobre qué causa esa envidia o admiración que padece una sociedad respecto a otra más desarrollada. Por último, acerca del libro leído señala Pilar que le ha entristecido mucho la experiencia de los protagonistas, ya que sus deseos insatisfechos evocan la infelicidad que hoy en día sacude a tanta gente; señala que hay que aprender a valorar lo que tenemos, y también hay que saber dirigir nuestro inconformismo de una forma más fértil.

Isabel ha leído El gabinete de un aficionado, e indica que le ha gustado mucho el juego que pone en marcha Pérec con el enigmático cuadro protagonista como eje de la historia; comenta Luis que las narraciones de Pérec entrañan cosas maravillosas. Le ha gustado la estructura de una historia que sale de otra y así de ésta se desarrolla otra, al modo de las matrioskas que antes evocó Laly. Isabel cuenta la historia de la ilustración del libro que representa el cuadro protagonista, de la cual dijo Pérec que fue un encargo que le hizo a Isabelle Vernay-Lèvêque; lee un comentario de la propia pintora, pero a continuación indica que esta historia parece ser también falsa, ya que ha buscado datos sobre la ilustradora y no ha encontrado nada; concluye que no se sabe quién hizo la ilustración, aunque Luis señala que si la tal Isabelle aparece en los créditos de la edición en español de Anagrama, es porque tiene que ser real. Isabel apunta que Pérec quiso ser pintor y hace un comentario sobre su aspecto físico, del que destaca los ojos verdes y saltones; a continuación lee una descripción encontrada en Internet. Finalmente, acerca de la especial inventiva del autor, recuerda una frase que dijo Ana María Matute en su discurso de aceptación del Premio Cervantes, en torno a las historias que cuenta en sus libros: “créanselas porque me las he inventado”.

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